La vida es un viaje que tú decides. Se suele decir que la vida es lo que uno hace de ella.
En la bella mediterránea isla de Chipre sus afables habitantes se toman este lema a pecho. Desde el anciano que se deleita bajo la sombra de un limonero jugando una apasionante partida de “tavli” (una suerte de damas) con su mejor amigo en la plaza del pueblo hasta la madre que se esmera en preparar varios manjares caseros para agradar a toda la familia, la pasión y el deseo de vivir se respiran en cada esquina.
Y cuando la mirada reposa fugazmente en un recóndito rincón, siempre se pueden esperar sorpresas. Impactantes ruinas arqueológicas rodeadas de pintorescos naranjales; escarpados acantilados acariciando idílicas aguas color turquesa; montañas cubiertas de pinos y salpicadas de escénicos pueblecitos por descubrir.
Conviviendo con una amplia y diversa herencia cultural y natural están las ciudades con su cosmopolita vida. En ellas se alternan glamurosos restaurantes y modernas boutiques mientras que callejuelas llenas de tabernas llevan al visitante a galerías de arte moderno o bohemios cafés. Siéntate y déjate mimar, los lugareños harán que te sientas como en tu propia casa, seduciéndote a entrar en un mundo donde cada visitante es tratado como si fuera único.
Chipre, la isla de Afrodita
No fue la diosa más poderosa, pero si nos fiamos del arte y la arqueología, sin duda Afrodita fue la más hermosa de todas. Así que no es de extrañar que una vez emergió de las aguas en la costa oeste de Chipre, nunca abandonara la región. Su espíritu mitológico aún impregna la isla, en su paisaje clásico e inalterado de olivos y limoneros, y en las acogedoras sonrisas de los chipriotas.
Exóticos y cercanos, están orgullosos de una isla que es testigo de la historia y siempre se muestran dispuestos a compartir su amplia riqueza cultural con los visitantes.
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