Enclavada en la zona meridional de Asia, la antiguamente denominada Birmania puede calificarse como el
Oriente más
puro. Su gente irradia una gran amabilidad a pesar de haber sufrido durante más de medio siglo por circunstancias muy diversas. El
oro de sus
pagodas deslumbra, el fervor religioso de sus creyentes, la variedad de los
festivales, los mercados y la gran diversidad de etnias fascinan. La
“Tierra del Oro” sorprende entre otros, por sus riquezas naturales y la generosidad de su clima. En
Yangoon, capital del país, conviven los deteriorados edificios de la época colonial junto a pagodas y mezquitas.
Mandalay, la segunda ciudad en importancia, es considerada la
capital cultural del país. Es una ciudad repleta de templos, monasterios, pagodas y budas. En los alrededores destaca el Monasterio
Mahagandayon, que es el más grande del país y en el que aún residen monjes estudiosos del budismo.
Bagan, a orillas del río
Ayeyarwaddy, en la árida meseta de Alto Myanmar, es también conocida como
“la ciudad de los cuatro millones de pagodas” y uno de los centros arqueológicos más importantes del sudeste asiático.
A orillas del Lago Inle se encuentran unos 17 pueblos y aldeas habitados por los Intha que en su mayoría construyen sus casas sobre palafitos. El Monte Popa, de origen volcánico, es uno de los símbolos más importantes del país. Es el lugar donde los birmanos veneran a los “nats” (espíritus) y cada año entre mayo y junio se celebra el festival de los espíritus en su honor. Monywa alberga una imagen de buda de más de 33m de altitud, y en las cuevas de Powintaung se encuentran más de 400.000 imágenes de Buda de los s.XVI –XVIII distribuidas en unas 950 cuevas. Pindaya también es conocida sobre todo por sus cuevas, surcadas por pasillos, galerías y cámaras, algunas de las cuales incluso se utilizan como lugar de meditación. En Myanmar también se encuentra alguna playa para descansar como por ejemplo de Ngapali.